Entonces el rey David dijo a Ornán:
No, sino que efectivamente la compraré por su justo precio; porque no tomaré
para Jehová lo que es tuyo, ni sacrificaré holocausto que nada me cueste. 1
Crónicas 21:24
Que fácil que es quedarnos con el
cambio cuando se equivocan, que fácil que cuando se le cae el dinero al que va
enfrente ponerle el pie y esperar a que se vaya para tomarlo, que nervios pero
que bueno es pasar un billete falso para que la pérdida sea de otro. Qué fácil es
ser tramposo y desleal, pero te aseguro que eso no trae tranquilidad al alma.
Pero si va paleando la conciencia hasta volverla insensible y convertir a la
persona en un ser carente de amor que solo se mueve por instinto y en grupo.
David como rey, podía tomar la
heredad por decreto real, es más, el mismo Ornán se la estaba regalando, pero
miremos nuestro propio ejemplo, si algo no nos cuesta, no lo valoramos. ¿Como
podía entonces David ofrecer a Dios algo carente de valor?
Si nos vamos más atrás en la historia
bíblica, nos encontramos a un Caín, quien ofreció como ofrenda el fruto de la
tierra, no le había costado nada, lo encontró en el campo, lo recogió y lo
ofreció a Dios. Pero ese tipo de ofrenda no agrada. Al Señor se le entrega lo
mejor, no lo que te sobra, no aquello que te regalaron y como no te gusta no
sabes que hace con eso, tampoco lo que como no usas por viejo o por feo, eso es
de un corazón altivo.
¿Quieres agradar a Dios?, entonces
acércate con corazón sincero, humilde de verdad, dejando atrás el orgullo y el
rencor tal como dice un coro. Ofrécele al Señor tu mejor versión. Él te conoce,
aún más de lo que tú mismo te puedas conocer, y espera mucho de ti porque ha
puesto su mirada, su confianza en ti. Pero yo, no le ofreceré nada que no me
cueste, le daré lo mejor de mí, ¿y tú, que le darás?
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