El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre |
De manera que podemos decir
confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré Lo que me pueda hacer el
hombre. Hebreos 13.6
En algún momento vi a mi hijo feliz
jugueteando por toda la casa, mi madre que estaba por ahí cerca no tardó en
decir que pronto llegaría llorando y que su risa se convertiría en queja. No
tardó mucho tiempo en ocurrir… ¿Profetisa? No, experiencia. Cuando miramos a
nuestro alrededor, un vistazo rápido, pareciera que nuestros éxitos todos los
celebran, pero no olvidemos en que lugar estamos.
Nuestra confianza, nuestra esperanza
no debe estar puesta en el hombre, el diablo anda como león rugiente buscando a
quien devorar, el enemigo quiere destruirte, quiere robar tu bendición,
aquellas que Dios ha puesto sobre ti, quiere apartarte de la verdad, siembra
duda en tu corazón, usa a otros para alejarte de la fe. El mundo desea
despojarte de todo lo que es tuyo, lo que Dios te ha dado, incluyendo la
espiritualidad y las bendiciones de Dios. La maldad de los hombres se ha
multiplicado, y el amor de muchos se ha enfriado.
Pero tú, se sobrio en todo, soporta
las aflicciones, has obra de evangelista, cumple tu ministerio, cuando el mundo
o incluso aquellos que conoces, buscan tu caída, aférrate a la mano de Dios,
busca el rostro del Señor, él es el único que puede librar tu alma del mal, es
el único que puede llevarte a nuevas alturas, es el único que puede sostenerte
muy alto, mientras que los quieren verte derrotado son avergonzados. Ahora no
te detengas, sigue a Cristo, refúgiate en sus brazos.
Él es tu salvador, Él es tu
guardador, El te librará del lazo del cazador, De la peste destructora. Con sus
plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su
verdad. No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día, Ni
pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya.
Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra; Mas a ti no llegará. Ciertamente
con tus ojos mirarás Y verás la recompensa de los impíos. Porque has puesto a
Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación, No te sobrevendrá
mal, Ni plaga tocará tu morada. Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te
guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, Para que tu pie no
tropiece en piedra.
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